México bello y grandioso

Llevo un rato sentada frente al ordenador y no sé cómo comenzar esta columna. Es el regreso de las vacaciones tras un viaje magnífico que todavía no me creo. México es un país imponente. Aterrizar en su capital, México DF, es todo un espectáculo de luces. Desde el cielo se dibuja una ciudad interminable. Casi 22 millones de habitantes viven en una de las capitales más grandes del mundo. Caminar durante 15 días por algunos de sus Estados ha sido todo un privilegio, por sus ruinas un regalo y disfrutar de la selva de Chiapas fue una sensación única.

La cultura mexicana está llena de magia y de colorido, su gente es entrañable y como todo país tiene varias caras: una es la espectacularidad de su naturaleza y la otra, la miseria de la población. Estando allí tuve en todo momento la sensación de que México es un país ingobernable. Sólo el 24% de su población accede a la universidad y hay millones de niños sin escolarizar. Esta fue la cara de México que me hizo pensar: una sociedad sin educación tiene difícil crecimiento y desarrollo.

Visitamos el Estado de México, el de Oaxaca, Chiapas y Yucatán. Desde las ruinas mayas y aztecas a los pueblos coloniales y a la parte menos genuina de México: Cancún (que es un invento americano). Conocer Monte Albán fue una sensación de paz y de plenitud indescriptible; viajar a través de la selva de Chiapas fue emocionante. Kilómetros y kilómetros de verde, de montañas. Nunca en mi vida vi antes ese espectáculo de colores, de vida. El paseo en lancha por el Cañón del Sumidero nos dio un ‘subidón’ de adrenalina y las ruinas de Palenque, Uxmal y Chichen Itza fueron un descubrimiento sorprendente. Las comunidades indígenas de Zinacatán y San Juan Chamula nos entusiasmaron. Es decir, que ha sido un viaje fantástico. México es un país entrañable. Antes de despedirme quiero mandar un saludo muy especial a todos los compañeros de aventura que viajamos juntos durante 15 días en un autobús a lo largo de esos miles de kilómetros. Lo pasamos genial. Tuvimos una guía auténtica, Olga, y un conductor entrañable, Raúl. Ojalá que todos los años podamos ‘cargar así las pilas’. Seguiré escribiendo de México. Feliz regreso.

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