400 años de El Quijote

Hace 400 años que, por primera vez, Las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, vieron la luz. Saben ustedes que entre la crítica entendida se dice que una obra pasa a la posteridad cuando perdura mil años, es decir, que todavía nos queda un largo camino por recorrer. Pero esta columna es para irles preparando en el año que nos espera de actos, entreactos, entremeses e historias varias que tratarán de acercarnos la obra de Don Miguel de Cervantes Saavedra a los lectores ávidos, apasionados o curiosos de este autor universal. Me preocupa que la saturación al final lleve al hastío, el hastío al aburrimiento y el aburrimiento al desprecio, ya saben como es el ser humano. Además, las exageraciones no son buenas, no llevan a ningún lugar. Fíjense que en Castilla la Mancha han programado 2.005 actos, y eso es preocupante. Aunque en realidad el miedo que me embarga es que cuando termine el apoteósico año pocos habrán sumado a sus lecturas la obra de Cervantes, ese ingenioso hidalgo único en la historia de la literatura. Y de verdad que sería una pena. Despréndanse de todos esos tópicos y por favor, lean la obra: divertida, ingeniosa y perfecta. También es un buen momento para recuperar toda la obra cervantina. No olviden que Cervantes escribió mucho y de todos los géneros, no desprecien los Entremeses, las Novelas Ejemplares o la poesía de Viaje al Parnaso. Que se celebren los 400 años de la primera publicación de El Quijote es una ‘excusa’ perfecta para acercarnos al ESCRITOR, para recuperar su memoria literaria, tan prolífica y difundida por el mundo.

Dice don Quijote: «De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud. Dígolo porque ya habéis visto, señores, con manifiesta experiencia, el que de mí habéis recibido; en pago del cual querría, y es mi voluntad, que cargados de esta cadena que quité de vuestros cuellos, luego os pongáis en camino y vais a la ciudad del Toboso, y allí os presentéis a la señora Dulcinea del Toboso, y le digáis que su caballero el de la Triste Figura se le envía a encomendar…»

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