Siempre que salgo del cine después de ver una película de Woody Allen tengo una sonrisa y esa sensación de que es único. En su último trabajo, Scoop, como siempre hace lo que le da la gana. Es una apuesta muy «light» y eso sí, simpática, relajada, al estilo Allen en suspense y magia. Leía hace unos días una entrevista que le hacían y se mostraba un poco enfadado con eso de la inspiración, de las musas y de las actrices fetiches. En este caso la referencia era hacia Scarlett Johanson, con la que ha trabajado por segunda vez y aquí hace de periodista novata donde va a continuar la investigación de un caso a través del alma de un periodista muerto que descubrió todo «el pastel». Allen decía que con Scarlett simplemente había trabajado en dos ocasiones y que no era su musa, que era una actriz que estaba trabajando mucho y con muchos proyectos, como él. Al fin y al cabo en la película el amor entre ello está descartado y la interpretación del director vuelve a ser como las de siempre, muy a su estilo.
El mejor punto es cuando, hablando de las religiones que profesaba cada uno en una conversación durante una fiesta, llega y dice que él ha cambiado la religión por el narcisismo.
Arrancó las mejores carcajadas de la película.
De aquí engancho, respecto al narcisismo, con otro estudio que leí el otro día donde decía que un exceso de narcisismo podía llevar a romper infinidad de relaciones, incluidos negocios. Hablaban también de la envidia y de los celos. Entonces recuerdo la ópera prima de Miguel Menassa, ¿Infidelidad?, donde hace un tratamiento único y ejemplar de los celos. Los que han visto ya la película han dicho que además de ser divertida, irónica y llena de humor le ofrece al espectador la posibilidad de verse reflejado en alguna de las situaciones que propone, si no en todas.
También me preguntaban el otro día que si Menassa era como Woody por eso del psicoanálisis y del cine. Creo que no tienen nada que ver. Woody es Woody y Menassa es Menassa, en el cine tendremos que ver qué ocurre.