La Casa de la Abuela

La Plaza Cervantes ya está impregnada del espíritu navideño. Me acabo de encontrar con ese árbol gigante lleno de lazos rojos y cajas de regalos y, a su alrededor, un montón de niños mirando con la boca abierta, con ilusión y con ese brillo en los ojos que delata la llegada de la Navidad. Al mismo tiempo recuerdo el documental que vi en la tele sobre el poeta Juan Ramón Jiménez y su libro Platero y yo, libro de cabecera en los colegios de Latinoamérica durante sus años de exilio. Recupero ese libro que me regalaron cuando yo creo que no tenía ni diez años. Me encanta. Es una edición de una colección que ya no existe, todo lleno de dibujos y subrayado. Con los años fui adquiriendo antologías de su obra hasta que Animal de fondo me impactó tanto que decidí releer su poesía. Suave, cálida, sencilla, cuidada es su maestría poética, su pasión.

Y en este día, que ya trae frío de nieves, sigo viajando por Galicia. Llegamos al pueblo de A Guardia, el último pueblo gallego que linda con Portugal. Por estas cosas que pasan a veces, vemos en la carretera un cartel de fondo negro y letras blancas, muy sencillo y sutil: La Casa de la Abuela. Pasamos de largo, dimos un paseo y a la hora de comer recordamos el lugar. Decidimos lanzarnos a la aventura y nos encontramos con un lugar encantador fundado a primeros de 1900, con ese aroma de casa, con unas hortensias en el jardín maravillosas y la exquisitez de la buena cocina del norte, hecha con esmero y con mimo. Otro de los lugares que les recomiendo si viajan alguna vez por esta zona. Intimista y tranquilo es un lugar para disfrutar tranquilamente. Hay lugares, que como las cosas, cuando se les pone amor, saben diferentes, son diferentes, y es algo que le sucede a esta Casa.

Y para cerrar el periplo de recomendaciones visiten el Lago de Sanabria, muy cerca de Palacios de Sanabria, un lugar de naturaleza y paraje único de Zamora. Hay aquí también, una «Casa Caída», que es un proyecto de futuro del que, estoy segura, les podré hablar más adelante.

ya está impregnada del espíritu navideño. Me acabo de encontrar con ese árbol gigante lleno de lazos rojos y cajas de regalos y, a su alrededor, un montón de niños mirando con la boca abierta, con ilusión y con ese brillo en los ojos que delata la llegada de la Navidad. Al mismo tiempo recuerdo el documental que vi en la tele sobre el poeta y su libro , libro de cabecera en los colegios de Latinoamérica durante sus años de exilio. Recupero ese libro que me regalaron cuando yo creo que no tenía ni diez años. Me encanta. Es una edición de una colección que ya no existe, todo lleno de dibujos y subrayado. Con los años fui adquiriendo antologías de su obra hasta que me impactó tanto que decidí releer su poesía. Suave, cálida, sencilla, cuidada es su maestría poética, su pasión.

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