Premio de Poesía Hernán Esquío

Hoy escribo esta columna desde la emoción, la alegría y la pasión de la poesía. En la poesía todo me alegra, incluso, a veces, la tristeza cuando le escribo un poema y continúo. Me resulta un tanto difícil poder contar la experiencia que viví este fin de semana en El Ferrol, cuando acudí a la entrega del Premio Hernán Esquío de Poesía 2006 que organiza la SAF (Sociedad Artística Ferrolana) cada año.

En febrero de este año me comunicaron en acta el fallo del XXV Concurso Nacional de Poesía Hernán Esquío, en el que resultó premiada la obra que envié: La alegría atropellada, loca. Poema que leí en Ferrol por primera vez en público desde que salió el libro en el que está reseñado: «Árbol de Sol», y que tengo que agradecer a Carlos Fernández, coordinador del taller de poesía Grupo Cero en Alcalá de Henares del que soy integrante desde 1998, gracias a él está publicado en este libro.

Me preguntaba Maite López, una colega periodista del Ferrol que si era «concursera», y la verdad, es por temporadas. En este caso incluso había «olvidado» esta participación y claro, se pueden imaginar, cuando llegó el fallo ni me lo podía creer. Es una sensación emocionante, yo por lo menos, era la primera vez que la vivía. Ahora, varios meses después de aquella comunicación, acabo de llegar de la entrega del premio y…¡¡¡estoy todavía más emocionada si cabe!!!

Fue un día precioso, un acto sencillo, delicado y entrañable, donde compartimos velada cuatro premiados de diferentes categorías artísticas: poesía, narraciones cortas, relatos de la mar y música. La entrega tuvo lugar en el Casino Ferrolano, un precioso edificio donde la cultura asoma por cada rincón de su espacio. En las paredes colgaban los cuadros de la pintora Carmen Soto, con la que tuve el placer de conversar, desde su emoción y la mía, de la poesía, la pintura y de Alcalá de Henares, ciudad en la que residió varios años y de la que guarda gratos recuerdos.

Agradecer a Carlos Barcón su recibimiento, su trabajo y sus lecturas, que me constan son profundas y leales. A Manuela Castro su frescura y alegría y a Ricardo Díaz-Casteleiro, Presidente de la SAF, su curiosidad investigadora y el buen hacer. A Antonio Rubial («Caruso») la vivacidad de la vida y a Maite López la poesía en el periodismo. Gracias a todos.

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