«La dulce frescura» de Andrés Rueda |
En algún momento pensamos
que podríamos conquistar el rostro
de la madrugada como si fuese
los pétalos de una rosa abierta
por su rocío, con todo su color,
soñamos, quizás, un rosal sin espinas.
Incluso, nos prestamos la piel
en el sueño de acariciar su tez
impronunciable, inconquistable
para nuestras manos ansiosas
de enamorar.
Elegimos, de la palabra, el plural,
el “nos” en lugar del “tú”
y nos deshicimos de la desdicha
tirando cada una de sus letras al mar.
Ola a ola se fueron llevando
las sílabas de la tristeza
quedándose el océano con todos los secretos.
Escribimos un nuevo nombre
en la orilla de las gotas renacidas
cuando el rostro de la madrugada
apareció hermoso, inmenso,
sobre nuestros pechos tan cercanos.
Dejó sus ojos en nuestros ojos
y se marchó para que nos viéramos.
Otros poemas:
Mira: en tus ojos, los míos
Amor, amor, aquí nos encontramos
Cazador del tiempo
Las olas se llevaron las silabas de la tristeza y la resaca, seguro, que volverán con sílabas nuevas y cuartillas en blanco para escribir nuevos nombres.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Una delicia de Poesía llena de sentimiento al albor de la Madrugada.
Abrazos y besos.
Muchas gracias , Pedro Luis y muchos besos
Feliz semana también para ti Rafael. un abrazo.
¡Ay, la madrugada! Cuantos recuerdos ha ocupado en nuestro interior, como cómplice de un secreto. Bonita poesía.