A menudo incidimos en la idea de que, de la misma forma que es necesario mantener en forma el cuerpo, es necesario ejercitar nuestro cerebro para mantener un nivel cognitivo adecuado, especialmente en la tercera edad, para paliar los efectos negativos que tiene el envejecimiento.
Es importante por tanto conocer a través de qué actividades podemos mantener en forma nuestra mente. En este artículo queremos hacer hincapié en la importancia de la lectura para cuidar de nuestra mente, por resultar fundamental para una correcta actividad intelectual en la edad adulta. Distintos estudios neurológicos han recogido a lo largo de los años la idea de que actividades como la lectura pueden ayudar a preservar la integridad estructural en el cerebro de las personas mayores.
La lectura repercute positivamente y de forma directa en lo que la ciencia conoce como la Anisotropía – que es la que mide cómo se mueven las moléculas de agua dentro del cerebro- y resulta clave para actividades cerebrales como la memoria. Cuanto más entrenamiento recibe el cerebro por medio de ésta y otras actividades –juegos de cartas, ajedrez, etc.- mejor es el movimiento molecular y el funcionamiento cerebral.
Por eso, la recomendación de los expertos es mantener el cerebro “ocupado”, pues, de esta manera, se obtienen resultados muy positivos para la salud cerebral en la vejez. De hecho, distintos especialistas en neurología y psicología recomiendan la lectura como método preventivo del Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
Sin embargo, es de sobra conocido que no leemos todo lo que deberíamos pese a lo beneficioso de este ejercicio mental, fueron los romanos quienes acuñaron el “nulla dies sine linea” (ni un día sin [leer] una línea) y deberíamos hacer nuestra su filosofía, teniendo en cuenta que, entre otros beneficios, leer favorece la concentración y la memoria y modifica nuestro cerebro –de hecho, los lectores tienen más materia gris y neuronas que aquellas personas que no leen habitualmente- favoreciendo la compensación (el hecho de que nuestro cerebro “active” zonas que no funcionaban –o no lo hacían correctamente- para poder combatir el deterioro de otras, lo que resulta de máximo interés en el caso de las enfermedades neurodegenerativas). Además, la lectura mejora la empatía y las relaciones sociales, enriquece el vocabulario, mejora la sintaxis y la gramática.
Inmaculada Bravo Cáceres
Neurologopeda de Vitalia Alcalá de Henares